«Era el mejor de los tiempos, era el
peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época
de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la
primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos,
pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos
por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la
actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que
se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado
superlativo.» (§)
/ De la novela Historia de dos ciudades (1859)
/ De la novela Historia de dos ciudades (1859)
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